(Imagen de Gabriel Mestre "La Mirada Erótica")

Desde que somos compañeros de trabajo he sabido que algún
día, que en algún momento, terminaríamos follando. Esas
cosas se notan y se saben con una simple mirada.
Hoy escribiendo el informe sobre la última obra realizada he
visto otra vez ese destello en tu mirada que no se aparta de mi
boca.
Me divierte ver que tengo ese poder sobre ti y que si me
apetece puedo follarte ahora mismo, aquí, en tu despacho.
La sensación de dominación hace que mi clítoris palpite con
ganas de ser devorado por tu boca.
Mi lengua reacciona mojando mis labios mientras hablamos y
tus ojos parpadean sin apartar tu atención de lo que sé que
estás deseando.
Ya hace tiempo que los dos esperamos en silencio la
oportunidad de poder desatar el deseo que nos quema por
dentro.

— Pablo…, no quiero seguir hablando— te digo levantándome
para ir hacia ti.
— Ni yo…— contestas dejando que me siente encima de tus
rodillas.
Nuestras miradas se encuentran antes de que las lenguas se
rocen. Abriendo las bocas con hambre de carne. Mis manos se
aferran a tu pelo y las tuyas se meten debajo de mi falda
apresando mi culo, apretándome contra tu cuerpo.
— Fóllame Pablo…, ahora.
— Quítate las bragas.
Me levanto obediente para quitarme la prenda, mientras veo
como sacas tu polla de los pantalones sin dejar de mirarme.
Es la primera vez que la veo y me parece perfecta, gorda y
larga, como a mí me gustan. La visión es tan atractiva que me
apetece probarla antes de dejar que me folles. Me arrodillo
delante del exquisito manjar y mojo mis labios con la lengua,
antes de lanzarme a por ella.

Mi boca te rodea, ofreciéndote lo más profundo de ella,
bajando hasta rozar mi campanilla. Me encanta esa sensación
de arcada con una polla follándome la boca.
— Diosss Eva…, que bien lo haces… Levanta…
Mirándome fijamente me levantas dándote unos golpecitos
en las piernas para que vuelva a sentarme encima de ti.
Con una mano coges tu polla, acercándola a mi coño que ya
está deseando que lo abras y lo hagas tuyo. Mis caderas se
colocan, mis manos se aferran al respaldo de tu sillón y
despacio empiezo a descender, metiendo cada centímetro
dentro de mí, hasta que noto tus huevos pegados a mi culo.
Nuestras bocas se vuelven a encontrar, siendo invadidas por
las lenguas que buscan profundidad.
Tus manos se aferran con fuerza a mi culo, presionándome
contra ti, haciendo que tu polla roce lo más profundo de mi
coño, que se abre lubricando cada uno de tus movimientos.
Mis gemidos y los tuyos, se entrelazan componiendo una
canción sin letra. Mis pezones luchan por salir de la tela que
los retiene, sintiendo tu mano apresando la carne, buscando
pellizcar.

Los movimientos se hacen más rápidos provocando que mi
espalda se arquee hacia atrás, buscando la postura que
provoque que me corra.
— Estoy a punto de llenarte con mi leche Eva…
Tus palabras hacen que abra más las piernas y que mi cadera
coja velocidad. Mi clítoris sobresale de mis labios hinchados
haciendo que las contracciones no tarden en llegar. Tus dedos
se clavan en mi culo, apresando la carne, tomando impulso
para llenarme. Tus huevos se contraen preparando el elixir
que empieza a brotar con chorros que hacen que te doblegues
sobre mi cuerpo que te sigue. Mis gemidos se mezclan con los
tuyos y mis contracciones hacen que mis jugos y tu leche
salgan a borbotones de mi coño, empapando tus pantalones.
— Va a ser difícil ser tu compañera de trabajo…— te digo al
oído sintiendo como tu polla empieza a relajarse aún dentro
de mí.
— No será por mí… A partir de ahora tienes mi polla a tu
servicio…