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(Imagen de Gabriel Mestre "La Mirada Erótica")

Desde que somos compañeros de trabajo he sabido que algún
día, que en algún momento, terminaríamos follando. Esas
cosas se notan y se saben con una simple mirada.
Hoy escribiendo el informe sobre la última obra realizada he
visto otra vez ese destello en tu mirada que no se aparta de mi
boca.
Me divierte ver que tengo ese poder sobre ti y que si me
apetece puedo follarte ahora mismo, aquí, en tu despacho.
La sensación de dominación hace que mi clítoris palpite con
ganas de ser devorado por tu boca.
Mi lengua reacciona mojando mis labios mientras hablamos y
tus ojos parpadean sin apartar tu atención de lo que sé que
estás deseando.
Ya hace tiempo que los dos esperamos en silencio la
oportunidad de poder desatar el deseo que nos quema por
dentro.

— Pablo…, no quiero seguir hablando— te digo levantándome
para ir hacia ti.
— Ni yo…— contestas dejando que me siente encima de tus
rodillas.
Nuestras miradas se encuentran antes de que las lenguas se
rocen. Abriendo las bocas con hambre de carne. Mis manos se
aferran a tu pelo y las tuyas se meten debajo de mi falda
apresando mi culo, apretándome contra tu cuerpo.
— Fóllame Pablo…, ahora.
— Quítate las bragas.
Me levanto obediente para quitarme la prenda, mientras veo
como sacas tu polla de los pantalones sin dejar de mirarme.
Es la primera vez que la veo y me parece perfecta, gorda y
larga, como a mí me gustan. La visión es tan atractiva que me
apetece probarla antes de dejar que me folles. Me arrodillo
delante del exquisito manjar y mojo mis labios con la lengua,
antes de lanzarme a por ella.

Mi boca te rodea, ofreciéndote lo más profundo de ella,
bajando hasta rozar mi campanilla. Me encanta esa sensación
de arcada con una polla follándome la boca.
— Diosss Eva…, que bien lo haces… Levanta…
Mirándome fijamente me levantas dándote unos golpecitos
en las piernas para que vuelva a sentarme encima de ti.
Con una mano coges tu polla, acercándola a mi coño que ya
está deseando que lo abras y lo hagas tuyo. Mis caderas se
colocan, mis manos se aferran al respaldo de tu sillón y
despacio empiezo a descender, metiendo cada centímetro
dentro de mí, hasta que noto tus huevos pegados a mi culo.
Nuestras bocas se vuelven a encontrar, siendo invadidas por
las lenguas que buscan profundidad.
Tus manos se aferran con fuerza a mi culo, presionándome
contra ti, haciendo que tu polla roce lo más profundo de mi
coño, que se abre lubricando cada uno de tus movimientos.
Mis gemidos y los tuyos, se entrelazan componiendo una
canción sin letra. Mis pezones luchan por salir de la tela que
los retiene, sintiendo tu mano apresando la carne, buscando
pellizcar.

Los movimientos se hacen más rápidos provocando que mi
espalda se arquee hacia atrás, buscando la postura que
provoque que me corra.
— Estoy a punto de llenarte con mi leche Eva…
Tus palabras hacen que abra más las piernas y que mi cadera
coja velocidad. Mi clítoris sobresale de mis labios hinchados
haciendo que las contracciones no tarden en llegar. Tus dedos
se clavan en mi culo, apresando la carne, tomando impulso
para llenarme. Tus huevos se contraen preparando el elixir
que empieza a brotar con chorros que hacen que te doblegues
sobre mi cuerpo que te sigue. Mis gemidos se mezclan con los
tuyos y mis contracciones hacen que mis jugos y tu leche
salgan a borbotones de mi coño, empapando tus pantalones.
— Va a ser difícil ser tu compañera de trabajo…— te digo al
oído sintiendo como tu polla empieza a relajarse aún dentro
de mí.
— No será por mí… A partir de ahora tienes mi polla a tu
servicio…
Estar contigo en éste hotel durante toda una semana, hace que desee quedarme para siempre, pero los dos en el  fondo sabemos que eso no es posible. En la cama somos como dos fieras en libertad y nos une un cariño más que especial, nada más. Ni amor, ni romanticismo. Sexo, mucho sexo y del mejor.

— ¡Gracias por este desayuno cielo, me ha sentado de maravilla!— me dices terminando tu café con leche, desnudo y sentado sobre la cama.

Yo no puedo evitar reír al ver como tu polla descansa inerte y relajada sobre tu pierna, mientras tus huevos reposan sobre el colchón. Me encanta verte desnudo, pero sobre todo, me encanta hacer que te excites. Ver como todo tu cuerpo empieza a latir por mí. Como nuestras miradas pasan de ser dulces a transmitir puro deseo, despertando los animales que duermen en algún rincón de nosotros. Esos pensamientos encienden la chispa que ya conoces muy bien, tú sonríes sabiendo lo que está pasando dentro de mí cabeza en ese momento.

— Eva, cielo…, eres una perrita insaciable…— me dices sonriendo.

Te levantas de la cama de un salto y cogiéndome la mano me llevas al cuarto de baño. Hay que empezar el día y qué mejor manera de hacerlo, que los dos desnudos bajo un agua templadita, enjabonándonos mutuamente, riendo y jugando con la ducha. Me mantienes atrapada entre tu cuerpo y la pared. Se que te gusta esa sensación de dominación y control sobre mi persona y yo me dejo hacer. Cuando quiero soy buena sumisa.
Diriges un chorro de agua caliente directo a mis pezones que reaccionan al momento endureciéndose. Yo me rio y tú me miras con expresión seria, la señal de que quieres seguir jugando. Paseas el agua por encima de mi estómago, hacia mi ombligo, provocando que abra mis piernas, adivinando a donde vas directo. El chorro de agua sale con bastante presión, me encanta esta ducha. Tiene la suficiente fuerza como para entrar entre mis labios y llegar directamente a mi clítoris, que reacciona enviándome un espasmo que me hace inclinarme hacia delante.

— Aguanta…, voy a hacer que grites…— me dices pellizcando uno de mis pezones.

Mi cuerpo se estremece con el contacto directo del agua caliente y tus dedos buscando entrar en mí. Siento como tu mano se abre paso en mi coño, ayudada por el agua, metiendo dos, tres, hasta cuatro dedos, presionando el punto exacto. Mi cuerpo se arquea hacia atrás y mis piernas empiezan a temblar. Tu mano se acelera con movimientos ascendentes como si tu brazo fuera una maquina de percusión ideada para follar. Mi clítoris está a punto de reventar.

— Dios Ángel…, no pares— grito abriendo más las piernas.

Sientes en tu mano que estoy a punto de correrme. Apartas el chorro de agua y te agachas delante de mí sin dejar de taladrarme, ya casi con la mano entera, que entra y sale de mi coño, veloz. Mi cuerpo se tensa, mi respiración se detiene y mi boca se abre emitiendo un grito que me ahoga. De mi coño empiezan a emerger chorros de líquido caliente que salen disparados hacia tu boca abierta, bañándote y dándote de beber. Mi cuerpo se convulsiona con cada espasmo y mis piernas ya no me aguantan en pie. Te excita llevarme a ese extremo en el que me siento vulnerable para seguir jugando conmigo. Te levantas antes de que yo caiga sentada en la ducha, sujetándome con fuerza contra la pared.

— Aún no he terminado contigo Eva…

Con tus piernas, fuerzas las mías para colocarte entre ellas. Siento tu polla dura en la entrada de mi coño. Sólo el capullo roza a penas mis labios que aún chorrean y palpitan. Mi respiración es agitada por la corrida y me tiembla todo el cuerpo.

— Fóllame, por favor…— te suplico entre gemidos.

Mi petición te excita más aún y con un grito, me embistes metiendo tus veinte centímetros de golpe. Mi espalda rebota contra la pared, por el empujón, provocándome otro grito. Tus dientes muerden mi hombro y mis manos se aferran a los tuyos clavando mis uñas. Tu cuerpo se retira sacando tu polla casi por completo, coges impulso y vuelves a embestir hasta el fondo…, otro grito que me ahoga. Tu ritmo lento pero profundo me enloquece. Sabes como moverte para hacerme estallar de nuevo.

— Dios, diosss… Ángel me corro— grito abriendo más las piernas.

Los espasmos me doblegan y me ahogan, sabes que es el momento y aceleras el ritmo forzando la entrada de tu polla en cada una de mis contracciones. Creo que voy a caer, pero tus brazos no me dejan moverme. El líquido chorrea por mis piernas como si me hubiera meado. Tu polla entra y sale rítmicamente. Tus huevos se endurecen.

— Voy a llenarte el coño con mi leche…— me susurras al oído.

Tu cuerpo se tensa, tu culo se endurece empujado por mis manos que se aferran a él apretándote contra mi cuerpo. Me miras, tu respiración se detiene y con el primer chorro de leche disparado a lo más hondo de mi coño, un grito sale de tu garganta. Los espasmos te hacen temblar, con cada sacudida y las fuerzas nos fallan a los dos haciendo que caigamos sentados en la ducha.
Recuperando la respiración, nos miramos sabiendo que nos sobran las palabras. Con una simple mirada nos reconocemos a nosotros mismos y lo que hay entre los dos…
Y por eso me encantas…

(Extracto del relato "Cita con una amiga" con imagen de Gabriel Mestre "La Mirada Erotica")

Llegamos a la habitación del hotel, después de una cena entretenida; veo que hay feeling entre los tres y eso me gusta. Me excita saber que mi elección ha sido buena y ver en tu mirada el permiso que me hace falta para dar rienda suelta a nuestra fantasía. Mientras subimos en el ascensor a la habitación, las miradas, los roces y las risas hacen que entremos en calor, preparando los sentidos a lo que va a ocurrir esta misma noche. Abres la puerta mientras nosotras te tocamos el culo entre risas, haciendo que entres con prisa en la habitación. Me miras con deseo furtivo y el bulto que hay entre tus piernas me dice que ya estás excitado. Con un leve empujón te tiro sobre la cama sentándome a horcajadas encima de tu polla que ya lucha por salir del pantalón. Esther, mi amiga, se arrodilla a tu lado y se inclina sobre tu boca ofreciéndote su lengua para que la saborees. Noto como tu polla se mueve presionando la tela hacia arriba y eso me hace moverme con rapidez. Eres nuestro, estás a nuestra disposición para hacer contigo lo que queramos. Esther me mira con cara de perra en celo, dispuesta a todo, a tiempo de ver como empiezo a desabrocharte los pantalones. Tus gemidos se empiezan a oír en la habitación, sabiendo que estás sometido a nuestros deseos y eso se nota en el tamaño descomunal de tu polla y la mancha húmeda que has dejado en los slips azules. Esther te desabrocha la camisa, recorriendo tus pezones con la lengua y yo me lanzo a comerte la boca. Nuestras lenguas juegan entrando y saliendo, buscando morderse, poseerse. Mi mano recorre la tela fina que me separa de tu polla palpitante y húmeda, hasta que se te escapa otro gemido.



— Por favor… Eva— me dices temblando.



Me separo de ti, viendo tu cara de placer y consiento a tu petición porque sabes que me encanta. Levanto a Esther un segundo para regalarle mi boca y saborear la suya, mientras nuestras manos se pierden en tu cuerpo. Las tuyas buscan frenéticas tocar nuestra piel cálida; nosotras, desnudarnos mutuamente delante de ti, dejando que nuestros cuerpos hablen con sus impulsos. Mis pezones ya están duros, con el roce de su lengua, que los recorre con devoción de buena amiga.



— Que puta eres Eva…— murmuras disfrutando de la vista.



Eso sabes que me excita hasta perder el poco decoro que tengo. Mirándote fijamente cojo la cabeza de Esther y la acerco a la mancha húmeda de  tus slips.



— Cómete esa polla…— le ordeno.



Sin moverme, veo como te baja la prenda con suavidad y como con su lengua recorre cada centímetro que aparece.
Me mira sonriendo antes de lamerte los huevos, mientras yo me abro de piernas encima de tu boca para dejar que me comas el coño. Siento tu lengua y tu respiración acelerada en mi clítoris y tus manos aferradas a mis tetas pellizcándome los pezones. Empezamos a jadear los tres. Con mis manos abro mi culo para que tu lengua tenga acceso a todo mi interior, viendo como Esther está lamiéndote la polla y los huevos, haciendo que muevas tus caderas en un intento de follarle la boca como sé que te gusta, pero ella no se deja. Yo sé lo que necesitas y te lo voy a dar mientras pruebas el sabor de otro coño, el de ella. Cambiamos posiciones, ahora veo como tu lengua recorre su fina línea de vello rizado y como tus labios intentan atrapar su clítoris. Su cara de deseo me dice que le está gustando y que se correrá en tu boca; eso me hace enloquecer. Tus manos buscan mi cabeza acercando mi boca a tu polla y de un empujón me la metes haciéndome toser, provocándome una arcada. Por un momento apartas tu boca del coño de Esther y me miras… Tus ojos me dicen que estás rendido a nosotras, que mi boca está hecha para darte placer.



— Dios que puta eres…— gimes haciéndome reír, relamiendo la baba que me has hecho soltar.
Soñando, siempre soñando que te tengo entre mis piernas... soplando momentos que nos llevan a consumir las ganas puestas... El hambre, el deseo, la sensación de llenarme acariciando cualquier rincón explorable... Soñando me tienes, esperándote...

Que tengo hambre... que tengo hambre... que tengo hambre solo de ti...

Porque estás entre mis piernas, porque te recorres mis venas... Porque abres las ganas puestas, los labios húmedos que ceden ante tus arrebatos... Porque necesito tenerte forzando voluntades que necesito mantener dormidas... Porque tienes que vivir lamiendo mis heridas...
(Imagen de Gabriel Mestre de "La Mirada Erotica)
(Relato "Recordándote" de mi libro "El Paraíso de Eva")
Ahora cuando me vaya a la cama sé que me acordaré de ti. De esa ducha compartida en el hotel y de nuestra follada furtiva después. Sé que cerrando mis ojos, voy a sentirte otra vez conmigo y que no podré resistir la tentación de tocarme por debajo de las sábanas suaves, las tetas, los pezones, todo mi cuerpo. Mis manos se pierden entre mis piernas que aún están doloridas por tus últimas embestidas. Buscando esos rizos húmedos que hace nada ocupaban tu boca experta. Hoy como muchas otras noches estoy sola. Triste, pero con la libertad de poder recrearme en mis fantasías, en mis deseos, en ti.
Mis manos aprietan mis tetas apresando los pezones entre mis dedos, sintiendo como crecen y se endurecen.
Me retuerzo gimiendo, recordando tus dientes sobre ellos y los latigazos de tu lengua, bordeándolos, mojándolos.
En uno de los cajones de mi mesita de noche tengo lo que necesito hoy para saciar mi hambre y mis ganas de tenerte.
Mi mano roza la seda de la bolsita y sonrío. Aún recuerdo cuando entramos a comprarlo juntos y su uso después en el hotel. Esa imagen hace que mi coño se contraiga.
Mi lengua rodea el capullo de látex para lubricarlo y lo acerco a mi coño que ya babea. Aún veo tu cara de deseo antes de meter el consolador dentro de mí. Como tu brazo se tensa, empujando la polla de látex hacia lo más hondo. Mi mano se mueve, con la misma velocidad que recuerdo, pellizcando con la otra uno de mis pezones. Mis gemidos aumentan junto a las imágenes que se proyectan en mi mente. Tu mirada, clavada en la mía, tu expresión de deseo desbocado observando como mi cuerpo se arquea, preparándose para el orgasmo. Mi mano se aferra a la sábana, mi culo se tensa y mi velocidad aumenta.  Los chasquidos que produce la polla de látex, entrando y saliendo de mi coño, resuenan en la habitación, uniéndose a mis gemidos. Mis pezones se endurecen, como mi clítoris, haciendo que mi coño se abra, dejándome penetrar en él hasta el fondo. Recuerdo tu brazo forzando la entrada. Tu polla enorme palpitando entre tus piernas por la excitación. Y ahora, ese mismo orgasmo que me ahoga, que se acerca, tensando todo mi cuerpo. Mi coño se contrae apresando la polla de látex que me perfora sin descanso, provocando que los chorros de caldo salgan disparados mojando la cama.
Las convulsiones hacen que me retuerza entre las sábanas y que me corra con tu imagen y tu nombre en mi memoria.
Vídeo book de "El Paraíso de Eva" de la escritora Eva Monfort. Con las imágenes de Gabriel Mestre y La Mirada Erótica.
(Imagen de Gabriel Mestre "La Mirada Erótica")

Vives rozando el límite entre la fina tela y mi piel, que se eriza cada vez que pronuncio tu nombre. Mis dedos están preparados para darme el placer que deseo al pensarte, al recordarte entre mis piernas abiertas...
 (Extracto del relato: Nuestro primer encuentro. Con imagen de Gabriel Mestre)

Hemos hablado tantas veces de nuestro primer beso, del sabor de nuestras bocas, que el deseo atroz se respira en el aire que nos envuelve. Acercas tu boca a la mía con miedo de probarla, la alejas y la vuelves a acercar, hasta que nuestras lenguas se rozan produciendo descargas eléctricas por todo el cuerpo. Tus manos cálidas se apoyan en mi cintura y las mías buscan entrar en tu camisa, para poder besar tu cuello.
Tu piel se eriza al contacto de mi boca y gimes cuando mi lengua te recorre por detrás de la oreja. Sigues bajando tus manos, rodeando mis caderas, hasta que te aferras con fuerza a mi culo, apretándome contra ti. Noto tu polla luchando por salir de tus apretados pantalones y eso me hace gemir. Te quito el cinturón y con rapidez saco esos veinte centímetros que me aclaman, que me desean, con el único anhelo de metérmela entera en la boca, saborearla por primera vez. Me arrodillo en el suelo, entre los coches, sin dejar de mirarte a los ojos, ya sabes lo que voy a hacer.
La imagen que me espera es mejor a la de las fotos, que ya me sé de memoria. Tu polla crece majestuosa rozando ya los límites de tu ombligo, dejándome libertad de movimiento con tus huevos, que saco fuera del pantalón. Mi mano se decide a tocarlos; me encanta su tacto suave y como cuelgan de la base de tu polla que palpita con cada una de mis caricias.

— ¡Chúpalos!— murmuras, empujando mi cabeza hacia ellos.

Mi lengua los recorre desde su base, separándolos, metiéndolos uno a uno en mi boca húmeda, mientras mi mano recorre tu dureza. Gimes, haciendo que mis jugos se disparen mojando mis bragas. Sabes que me pone cachonda oírte gritar.

— ¡Diossss!..., cómetela entera— dices empujándome la cabeza hacia arriba.

Mi lengua empieza su ascenso hasta la punta babeante, recogiendo ese jugo salado que me excita aún más. Mis manos se aferran a tu culo tenso, empujándote hacia mí, metiéndomela entera hasta rozar con la punta mi garganta, provocándome la arcada. Su sabor es tal como esperaba, salado y dulce a la vez. Tus jadeos me ponen a cien. Tus manos se aferran con fuerza a mi cabeza metiendo tu polla hasta los huevos en mi boca, que succiona con delicadeza en cada una de tus embestidas. Miras hacia abajo encontrando mis ojos que te observan y que ya te suplican. Sabes que no puedo esperar más, sabes lo que necesito.
Haces que me levante del suelo, apoyando mi espalda otra vez contra tu coche. Por un momento, miro a nuestro alrededor con cierto reparo de que alguien nos vea.

— A estas alturas, no me digas que te importa— me susurras mirándome fijamente.
— Jajajaja… Fóllame Ángel…
Hoy en el espacio Arte y Letras del programa Hijos de la Luna en Radio Unión Catalunya, han hablado de mi libro "El Paraíso de Eva". Conciso, respetuoso, interesante... Gracias a José Luis Mateo y a María Tortosa por ser así.

Sigue este enlace para escucharlo
Reseña de mi querido amigo y escritor Robert Fornes, con imagen de Gabriel Mestre y la Mirada Erótica.
EL PARAÍSO DE EVA.
Eva Monfort.

Al igual que la Luna, que posee un lado oscuro al margen de lo diáfano, todos contamos con una parte sombría en nuestro interior que recoge aquellos matices que preferimos mantener ocultos. Esa zona difusa, muchas veces sepultada por el miedo o la vergüenza, que revela la verdadera esencia de uno mismo.

Eva es joven. Atractiva. Tiene éxito. Eva se aburre, la rutina la posee, la amordaza. Eva palpita en el interior de Eva. Una de sus muchas noches de soledad y hastío, Eva descubre su bestia interior. A partir de ese momento emerge imparable su alter ego oculto. Sexual, poderosa, femenina, plena de lujuria y carente de prejuicios ni tabúes. Su coño y su mente interconectados sin ningún cortafuegos.

Su paraíso, finalmente al aire.

La libertad sexual que se concede a partir de entonces emana de cada uno de los relatos, rezuma de sus pezones, de sus labios, de cada uno de los milímetros de su piel, y es inversamente proporcional al microuniverso sexual cosido a la vida que arranca a dejar atrás. Su deseo por follar, por ser jodida, su ansia por provocar y recibir placer sirven todos de conductor eléctrico para el conjunto de relatos que componen el libro.

Ella misma lo afirma en el prólogo, Eva ya no sabe quién es. Pero eso es lo de menos. Ahora ha descubierto que a través del sexo con mayúsculas puede crecer y conocerse mejor. Y por el camino, extraer el jugo sexual a hombres y mujeres. Manejarlos, vaciarlos. Someterse a la voluntad de ellas y ellos. Por teléfono, a escondidas en la habitación de un hotel, en medio del comedor de un restaurante o en los aseos públicos. Con un follamigo, un desconocido, una amiga, un compañero de la oficina o una pareja de mulatos. El placer le proviene de igual forma siendo ensartada por detrás como una potra salvaje, lamiendo varias pollas en una misma cama, recibiendo embestidas en su estrecho culo o disfrutando del refinado sabor de una vulva tersa y caliente. Eva relata sin concesiones y con una crudeza fabulosa todas y cada una de sus experiencias. Como en Noche de sorpresas, donde experimenta con lascivia el sexo en grupo, Fiesta en el hotel, en el que se somete y ofrece obediente todos los orificios de su cuerpo a un hombre caliente, o Viaje en el autobús, en el que arrastra a un desconocido a una espiral de sexo antológico en las escaleras de su edificio.

El paraíso de Eva es pura literatura porno, sugerente a veces, franca y gráfica siempre. Una propuesta excitante y elegante, sin florituras descafeinadas. Para disfrutarla leyendo, y aún mejor, imaginando que quizás uno de estos días seas tú quien lo estés viviendo en primera persona.
A veces pienso que mi cuerpo está diseñado para darte placer...
que sus curvas... que cada milímetro de mi piel,
se conjugan con tus deseos más ocultos...
(Imagen de Gabriel Mestre)
(Extracto del relato Nuestro primer encuentro)

Salimos del aeropuerto, respirando el aire frío de Vigo. Mi cuerpo se estremece y noto que mis pezones se endurecen por el contraste de temperatura. Tú me miras sonriendo y te muerdes el labio produciendo un gemido. Después de caminar un poco más, llegamos a tu coche, aparcado en una zona alejada.
Mi cuerpo ahora descansa sobre una de las puertas y mis ojos se pierden en los tuyos. Te acercas mirándome la boca, provocando que muerda mis labios y los recorra con mi lengua.

Hemos hablado tantas veces de nuestro primer beso, del sabor de nuestras bocas, que el deseo atroz se respira en el aire que nos envuelve. Acercas tu boca a la mía con miedo de probarla, la alejas y la vuelves a acercar, hasta que nuestras lenguas se rozan produciendo descargas eléctricas por todo el cuerpo. Tus manos cálidas se apoyan en mi cintura y las mías buscan entrar en tu camisa, para poder besar tu cuello.
Tu piel se eriza al contacto de mi boca y gimes cuando mi lengua te recorre por detrás de la oreja. Sigues bajando tus manos, rodeando mis caderas,  hasta que te aferras con fuerza a mi culo, apretándome contra ti. Noto tu polla luchando por salir de tus apretados pantalones y eso me hace gemir. Te quito el cinturón y con rapidez saco esos veinte centímetros que me aclaman, que me desean, con el único anhelo de metérmela entera en la boca, saborearla por primera vez. Me arrodillo en el suelo, entre los coches, sin dejar de mirarte a los ojos, ya sabes lo que voy a hacer.
 
La imagen que me espera es mejor a la de las fotos, que ya me sé de memoria. Tu polla crece majestuosa rozando ya los límites de tu ombligo, dejándome libertad de movimiento con tus huevos, que saco fuera del pantalón. Mi mano se decide a tocarlos; me encanta su tacto suave y como cuelgan de la base de tu polla que palpita con cada una de mis caricias.
(Extracto de relato: Una llamada telefónica)

Hace ya algunos días que nos conocemos y ya son muchas las ganas de vernos en persona y dar rienda suelta a nuestra necesidad. Hoy, no es un buen día en el trabajo, todo está saliendo mal y nuestra última conversación sigue metida en mi cabeza, con retazos calientes que no me dejan pensar. En mi mente se proyectan las imágenes de tu enorme polla en la pantalla del ordenador, tus huevos perfectos y tu mano sacudiéndola. No puedo pensar, ni centrarme, sólo sentir y desear. Son cerca ya, de las doce del medio día, cuando mi móvil me da el respiro que necesito.

— Hola guapísima, ¿Cómo va la mañana?— Tu voz me provoca una sonrisa.
— Buf, con muchísimo trabajo, la verdad. Pero me apetecía oír tu voz.
— ¿Ah si?... ¿Sólo te apetece eso?
— Hummmm… sabes que no. Además hoy no puedo quitarme de la cabeza nuestra sesión del otro día.
— Yo tampoco, fue muy bueno. Tú eres muy buena.
— Gracias… tú tampoco lo haces nada mal. Además, sabes que decir en todo momento. Eso me gusta.
— ¿Dónde estás ahora?
— En el despacho, acompañada de un volumen importante de papeles.
— Hummm… que casualidad. Yo también estoy acompañado de un volumen importante,… pero de carne.

Mi libro de relatos ya está casi a punto...

PRÓLOGO

Mi nombre es Eva, Eva Monfort. Para mi familia, los amigos y los que creen conocerme, soy una mujer de treinta y cuatro años, arquitecta y con cierto éxito profesional. Felizmente casada con un hombre que también cree entenderme. Pero la realidad es que ahora, no me reconozco ni a mí misma.

Todo empezó una noche solitaria, llegando a mi casa después del trabajo y encontrarla vacía... Como cada día, él no había llegado, así que cené sola y guiada por el aburrimiento, decidí entrar en uno de esos chats de los que tanto había oído hablar... Un nombre me llamó la atención... petiko.

Dos horas después, agotadas las risas nerviosas, los piropos y las palabras subidas de tono, aparecen las primeras fotografías, que muestran intimidades, huecos húmedos, pezones duros y una polla que dan ganas de saborear. 

La sensación de puta cibernética, me moja y me excita a la vez que me hace sentir sucia. Mis dedos recorren y penetran por orden de unas letras, que leo con atención en la pantalla del Chat. Al otro lado, una polla agitada a punto de reventar. El calor es sofocante y los espasmos me obligan a doblarme a tiempo de ver chorros de leche que quieren llegar a mí, atravesando la pantalla del ordenador....